'¿Te imaginas?' era el inicio de la mayoría de mis frases. Supongo que siempre he sido así de huidizo con respecto a la realidad.
¿Te imaginas vivir como un pececillo de colores, metido siempre en tu pecera? ¿Te imaginas estar viendo todos los días lo mismo? El mismo submarinista de plástico, las mismas algas decorativas, la misma vista del salón donde se sitúa la pecera... ¿Te imaginas comer todos los días lo mismo? ¿Y saber que pasarás todos los días de tu vida nadando en el mismo espacio? Imaginándote todo esto, ¿no querrías, pues, tener otras aspiraciones en tu vida? ¿Soñar quizás con el océano, grande y desconocido? Hay peces se acostumbran a vivir en el mismo entorno siempre, a llevar una vida monótona. Incluso pueden ser felices porque considerarían su pecera cerrada como su hogar. Sin embargo hay otros que no, que prefieren buscar su hogar fuera del cristal, viviendo aventuras y experiencias, luchando porque ningún tiburón los devore.
A pesar de las diferencias de estos peces, podemos ver un denominador común: ambos tienen su propia pecera. Esa pecera no es de cristal, ni siquiera tiene agua. Esa pecera está hecha de ideas y sueños y todos, en mayor o menor medida, la tienen en su cabeza. Muchos de ellos, como es el caso del primer pez, no le dan importancia porque prefieren vivir en la realidad y conformarse con ésta. Pero hay otros, como el segundo pez, que casi viven en ella y olvidan la realidad. Quizás hacen esto porque es más bonito vivir en un mundo más emocionante que ver todos los días lo mismo.
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