martes, 22 de enero de 2013

Conclusiones

Es curioso como afloran los recuerdos a la mente. Ya no recordaba como me sentía hace unos meses, pero esta mañana una simple imagen y un simple pensamiento bastaron para que aquellos recuerdos me golpearan de lleno. Quizás el hecho de estar saturada de trabajos y exámenes influya, o el hecho de ver en mis ojeras que duermo unas 6 horas (menos de lo que recomiendan los expertos), que quizás era demasiado temprano (ocho menos cuarto de la mañana) o incluso que hoy es martes, mi día más odiado de la semana, pero la cuestión es sencilla: ¿por qué ahora?
El cerebro humano es un verdadero misterio, y si se trata del corazón, más aún. Pero todo esto tiene que ver con mi tonta afición de imaginarme situaciones inverosímiles con gente que conozco y con hacerme preguntas tontas con una respuesta que a nadie le interesa. Y la imagen de esta mañana era yo, saliendo de un bar, ese bar, riendo, con un sombrero extravagante y cantando. Y sin embargo por dentro estaba más fría que un témpano de hielo, con un hueco en el pecho enorme que rellené con piedras. Las piedras de la indiferencia. Y entonces, en un travelling veloz van pasando imágenes, acompañadas de sus respectivos sentimientos. De lo que me sorprendo no es de recordar aquellos días, porque de vez en cuando los recuerdo pero como si me pongo a recordar cuál fue la última falda que me compré, de lo que me sorprendo es de recordar aquella sensación, de lo que yo sentía en aquellos momentos. No sé muy bien por qué escribo esto, quizás es porque tengo que estudiar y no me apetece, pero lo de hoy ha sido la conclusión de lo que vengo pensando días atrás: los errores están para aprender de ellos, no para volver a caer. Y yo no pienso volver a caer, antes me corto una pierna.

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