martes, 26 de febrero de 2013

Carta de Pierre Montreuil

¿Y tú, amigo, me preguntas qué es la belleza? Yo te diré lo que es. La belleza reside en la perfección de la propia imperfección. Para mí no hay belleza en una modelo guapísima, con medidas esculturales y la cara embadurnada de potingues y maquillaje, o un cuadro muy hermoso técnicamente. No amigo, eso no es belleza. Que una cosa sea bonita no significa que sea bella. La belleza está a nuestro alrededor, y si sabes observar bien, verás maravillas que le dan mil vueltas a la Venus de Milo. Una simple bolsa bailando al son de una corriente de aire, un árbol moviendo sus ramas, la luz de la Luna... incluso un papel arrugado en el suelo, frágil, blanco y puro puede ser bello. Yo soy un hombre muy maniático, y una de mis pequeñas manías relacionadas con esto que te cuento es estar cerca siempre de una ventana. Sí, me gusta dormir orientado hacia una ventana, en el bus de camino a la universidad o en el coche, siempre me siento al lado de una ventana. ¿Por qué lo hago? Simplemente me gusta admirar el paisaje, da igual si son barrios o bloques de pisos grises y monótonos, siempre me gusta contemplar lo que me regala el mundo.
Pero, ¿sabes cuál es la mayor belleza que hay? Ella. Sí, Ella. La única, la más asombrosa de todas las criaturas. Ella, con sus grandes ojos negros. Ella, con sus labios agrietados por el frío. Ella, con su cabello suave y alborotado. Ella, con su maldito carácter que me hace enfurecer. Ella, que sabe cómo hacerme daño. Ella, con sus inseguridades y su vanidad. Tan imperfecta como una gota de lluvia clavada en el cristal de la ventana trasera de algún coche. Y a pesar de todo, solo ella es la única del mundo. De mi mundo.
Concluyo estas palabras, mi querido amigo, diciéndote que abras los ojos pues lo esencial es invisible a los ojos (me permito el lujo de parafrasear a Saint-Exupéry) y que encontrarás maravillas que te harán estremecer, si sabes verlas.

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