lunes, 4 de febrero de 2013

Dime tú.

Respóndeme: ¿qué sentido tiene todo? Las guerras, las revoluciones, las manifestaciones... todo lo que se hace en este país. ¿Qué sentido tiene, si nada cambia? El mundo gira y gira, los años pasan y pasan, las personas nacen y mueren y todo sigue igual en esencia. Las mismas guerras, la misma corrupción, las mismas ansias de poder, lo mismo de siempre. Dime tú: ¿por qué lucharon nuestros antepasados? ¿Por un mañana mejor? JÁ, ilusos. Ya no sé ni en qué creer... Siempre he pensado que el ser humano era bueno en su naturaleza, pero cada vez que doy cuenta de que no es así, de que  esa bondad se corrompe por algo llamado poder. El poder corrompe y pudre el alma de los hombres, los emborracha y pervierte de tal forma que acaban convirtiéndose en esclavos a mercer de su propia voluntad, corrupta y nauseabunda. Asco es lo que siento ahora mismo por las ideologías. Escupo en la derecha y me río de la izquierda. ¿Trabajar por los ciudadanos? JÁ. Demagogia barata. ¿En qué puedo creer si todo el sistema resulta ser una macabra parodia de sí mismo? Me siento como un ratón atrapado en un laberinto. Me siento como una estúpida marioneta manejada por los hilos del capitalismo. Me siento como un maldito borrego llevado junto con el ganado por el pastor hacia el matadero para hacer con mi carne productos listo para consumir. Me siento como un apestoso cadáver que se pudre entre bloques de hormigón, ruidos estúpidos y caminos de cemento, rodeada de zombis cuyo único objetivo es consumir y vivir en un mundo virtual. Dime tú, ¿qué esperas del futuro si es lo mismo que el pasado?

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